viernes, 15 de agosto de 2014

Malos tiempos...

Transcribo literalmente éste párrafo: 

"Anoche me he desvelado extraordinariamente. La vida sedentaria me destruye. Entre otras cosas, me priva del sueño normal. Los ejercicios violentos me están ya vedados. El desquite era andar. En Madrid me las arreglaba para hacer caminatas de diez o doce kilómetros, en busca de un cansancio sano ,restaurador. Aquí (Valencia) no es posible. Entre la sofoquina canicular, que nos obliga a cobijarnos en lo mas fresco de la casa, y la falta de campo apropiado a mis gustos, me paso las semanas en inacción corporal. Todo está cultivado y poblado en los alrededores; las carreteras, intransitables, por exceso de tráfico. El caso de Madrid es singular para una capital. A los quince minutos de salir de casa, uno puede emboscarse en un monte solitario, disolverse en lo natural, no corregido por nadie. Sin hablar de la calidad del paisaje. Aquellos lugares infunden en el ánimo el tónico acendrado de su hermosura. Profunda, sin ostentación imponente. Solemne. Por via de la cual aprendí a evadirme de lo cotidiano y a restaurar en su nuda vetustez las cosas, como siempre fueron, antes de la mecánica, del turismo, de los deportes. Los riscos que señorean el Hoyo de Manzanares, abren un balcón sobre el valle de Cerceda, delante de la Maliciosa y la Pedriza. Un navazo alfombrado de yerbas olorosas: el horizonte, desde Gredos al Ocejón: Navachescas. Espesar de las encinas antiguas. Gamos en libertad. Suavidad incógnita del valle del Manzanares. Y aquel altozano, mas allá de Alpedrete, de cara al circo de Siete Picos y Cabeza de Hierro, brillante como acero, húmedo de nieves derretidas, de chorros que se despeñan. Mas lejos, la majestad del pinar de Balsain. Y los ocasos en Cueva Valiente, teñidos de rojo, de malva, los celajes sobre la tierra segoviana. Apropiándome por la emoción tales lugares, he sido mas fabulósamente rico que todos los potentados del mundo. Por aquí no hay nada comparable."
Manuel Azaña. 24 de julio de 1937.

  Viendo la fecha en la que Azaña escribió ésta nota, entendemos mejor el motivo por el que añora los paisajes por donde caminaba años atrás: España estaba en guerra civil y los lugares mencionados habían dejado de ser tan apacibles por estar en el frente o muy cercanos a el. Navachescas es el encinar al que se refiere cuando habla de la accesibilidad en quince minutos. En un automóvil de los años 30 y partiendo desde la Puerta de Hierro era posible llegar allí por la carretera de El Pardo a Torrelodones en ese tiempo. Semanas atrás, por esa carretera circularon miles de camiones y cientos de carros de combate en los preparativos de la ofensiva republicana sobre Brunete, batalla comparada por Beumelburg con las de la primera guerra mundial y a la que se refería von Oven como "El infierno de Brunete", ambos por el elevado número de bajas por hectárea que allí se produjeron. Así, mientras Azaña escribía esos renglones, por Navachescas no dejaban de pasar ambulancias cargadas de heridos de regreso a Madrid. 
   Respecto a las montañas mencionadas, éstas se encontraban ocupadas militarmente por tropas de distintos bandos; Cueva Valiente estaba en manos nacionales mientras que Siete Picos permanecía en manos republicanas. La Maliciosa, la Pedriza y Cabezas de Hierro, también en zona republicana, estaban mas alejadas del frente, pero en los pinares de Valsaín, a finales de mayo, también había tenido lugar una batalla que, tras cinco días de duros combates, dejó estabilizado el frente en esos valiosos bosques.

 Durante casi dos años mas permaneció la sierra dividida por las armas sin que nadie pudiese visitarla con los sentimientos que Azaña nos expresa. Él mismo, exiliado tras la contienda, no pudo volver a sus queridos paisajes que nosotros también apreciamos.

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